Diario inmobiliario
Suelos: para saber dónde edificar
(Portalinmobiliario.com, 16-03-2010)
No sólo hay que fijarse en las terminaciones y los metros cuadrados de una propiedad, ahora
es importante saber dónde se está parado. Por eso estudiar el suelo es fundamental para
garantizar una construcción segura.
Piso flotante, ventanas de termopanel, cubierta de mármol en los baños; son muchos los
factores que influyen en la compra de un inmueble. Pero ¿quién pregunta por el suelo donde se
fundó la propiedad?, ¿quién pide los estudios de mecánica de suelo? Ciertamente muy pocos, o
mejor dicho casi nadie. Y es que las prioridades cambiaron luego del terremoto que golpeó
nuestro país hace algunas semanas, ahora habrá que redirigir las preguntas en las salas de
venta.
Coincide con Contreras el ingeniero civil especialista en mecánica de suelos de la empresa
Kuadrante Ingeniería, dedicada a este rubro, Michel Kure, quien afirma que hay suelos que
poseen mejores características físicas para soportar cargas y reaccionar de manera más
efectiva frente a movimientos y cargas estáticas de todo tipo; entre ellas los sismos.
Hay dos grandes grupos de suelos: los granulares y los finos. Los primeros están compuestos
por gravas y arenas. Este material se compone por partículas de piedras pequeñísimas, pero
que aún se alcanzan a ver a simple vista. Allí también se incluyen las piedras más grandes y
bolones. Este tipo de suelos es más firme y amplifica menos las ondas sísmicas; además son
muy resistentes frente a las cargas que deben soportar.
Por su parte, los suelos finos se componen por las arcillas y limos, que son partículas
micrométricas (tipo polvo) que pese a tener buena cohesión, sufren grandes cambios al
contacto con el agua, por lo mismo sus resistencias están sujetas a la humedad a la que estén
expuestas. Por eso no son las favoritas para fundar los cimientos de una edificación.
Manos a la obra
Los ingenieros civiles especialistas en mecánica de suelos juegan un rol trascendental aquí.
Ellos dan el vamos a la construcción y son quienes determinan si el suelo elegido es o no una
buena materia prima.
Antes que todo el especialista debe empaparse del proyecto en cuestión, vale decir, cuántos
pisos tendrá, si tiene o no subterráneo, cuál será su área en planta, estudiar los planos y ver
dónde se disponen los estacionamientos; entre otras cosas. Con esos datos en la mano se
proyecta una campaña de exploración donde se definirán la cantidad de puntos a estudiar.
Según la Ley General de Urbanismo y Construcción, si los metros cuadrados de la edificación
van desde los 500 a 1.000 se deben hacer tres calicatas (agujeros de 2 a 2.5 metros de
profundidad, dependiendo del proyecto) para saber cuál es la calidad del suelo y de que está
compuesto. La cantidad de agujeros irá en aumento a razón del metraje de la construcción.
Así, de los 1.000 a 2.000 serán cuatro, de 2.000 a 5.000 cinco, hasta 10.000 seis y más de
10.000 las calicatas que el ingeniero estime pertinente.
Vamos por partes. Los expertos son categóricos en asegurar que no hay suelos buenos o malos para
construir, sino unos más aptos que otros. Porque en estricto rigor se puede edificar en todos,
eso sí, se deberán tomar los resguardos necesarios para transformar un suelo menos apto en uno que sí
lo sea. ¿Cómo? Desarrollando sistemas de apoyo más firmes, rellenando el suelo con materiales más
resistentes, e incluso generando cámaras subterráneas de hormigón que hagan peso hacia
abajo y que mantengan el edificio en pie, casi como un “mono porfiado”. Soluciones hay, la cuestión es el
costo de la que se elija. “Existen suelos que se comportan de manera más
compleja y que pueden afectar más o menos a las construcciones”, comenta el vicepresidente del
Colegio de Ingenieros de Chile, Sergio Contreras.
Fuente: Kuadrante Ingeniería
Portalinmobiliario.com